viernes, 28 de noviembre de 2008

Última Sal



La sal
respira
y su aire

abre flores de cáncer morado
en el acero de las máquinas;

la sal
derruye su postrimería,
la torre de la tolva de molienda;

la sal horada los galpones de chapa
sin tocarlos,

seca tus venas,
sisa
las monedas de lata del emporio.


La sal
carcome a sus obreros:

ciegos y tísicos
añoran la salina,
sus muslos cada día socavados,
sus muslos duramente vírgenes cada día.


Calfucurá
o Anzoátegui
o cualquiera

la sal
cabalga el aire
y derroca sus propios imperios;

la sal
ultima a quienes la poseen.

1996 - 2007

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